martes, 23 de octubre de 2018

Ruido

Ruido todo el tiempo. La oda que la nube de la destrucción crea se vuelve tormento, martillo que golpetea el alma con el desordenado tremor del caos. Ruido que no detiene su andar caótico y lleno de nada, carente de significado, de sentido. La inmediatez se vuelve confusa, las formas dejan de serlo y todo el color se diluye en chispas que llena todo con el color del sol.

El ruido desaparece, el color y la forma, se vuelve todo blanco, la nube nos revuelve en sus entrañas y nos parecemos mas a ella a cada momento que estamos dentro suyo.

Y luego, la paz, el silencio. Todo se calma y desparece la nube, el ruido. La energía de la devastación termina por acabarse y todo se detiene, se apaga. La luz se va y el negro se vuelve el todo.


No he podido hablarles, decirles lo que pienso tal y como es. Siempre ha sido en una nube de poesía que no estoy seguro que comprendan. Creo que se trata de ver el todo, un pan-óptico que, utópico, se apodera de algunas almas humanas y les obliga a ver el todo, en unidad. Creo fielmente que es el fin de una era, una en la que todos nos sentimos humanos, poderosos y aplastados, libres y en prisión. Nos creemos y somos indispensables. Hemos sido presa de todos las bondades y recipiente de todas las atrocidades. Nos volvimos un ente, miles de millones de nosotros unidos en un solo pensamiento, una lengua, un mundo. Acabamos con todo y con nosotros, en interminables guerras. Huimos de el hambre, el frio y la muerte pero al hacerlo sembramos la estela de la devastación, porque realmente no nos fuimos para ningún lado. No podemos i a ningún otro lado. El espacio, si claro. El espacio. No creo lo imaginen. Quizá todos saben que es el todo, aquello que sostiene a la Tierra y el Sol y los demás. Pero creo que pocos ponemos atención en las distancias. Lo primero: Para llegar a la luna, debemos recorrer lo mismo que casi 10 vueltas a la Tierra. Y la Luna esta relativamente muy cerca de nosotros. Usando el mismo ejemplo, para llegar a Marte, cuando esta mas cerca de nosotros, debemos hacer casi 1223 vueltas. En general, un humano no viaja el equivalente de una vuelta al mundo en su vida, bueno, si. ya que vivimos en conurbados gigantescos dentro de los que rodamos 10 o mas kilómetros por día, sumándose así en una considerable cantidad de kilómetros en una vida. Claro que esto, solo puede decirse de muy pocas personas. Durante milenios, los humanos jamas se movieron mas rápido que la velocidad que nos dio las piernas, o las de los animales de carga o la del viento, impulsando las velas de los navíos. Aunque no debemos dejar de lado a la gravedad y los innumerables records de velocidad en bajada, hechos por personas vivas y muertas, en todas las épocas y lugares del mundo donde ha existido o existe la rueda. Y he aquí es donde quiero detenerme, para reflexionar sobre lo que he dicho. Y pienso en lo que estoy tratando de decirles.

Creo que al final de cuentas, no les digo cosas que ustedes no saben ya. Porque todos vivimos la miseria de una civilización agotada, que se burla de si misma con una sádica sonrisa. Se burla de mi, de ti. Todos somos los burlados y a la vez burlones de todos los demás. Como la serpiente que se muerde la cola, la humanidad es se alcanzó a si misma y se da cuenta -nos damos cuenta- que no hay nada ni a donde ir. Estamos atrapados aquí, en nuestros cuerpos, en nuestras ciudades, cambiando la ropa y el paisaje urbano creyendo que eso es lo que estamos destinados a hacer. No podemos ver ya otra cosa que a nosotros mismos haciendo de todo. Todos montamos un gran coro y nos cantamos los unos a los otros para así acallar las voces de los que lloran en la agonía, ofrendando su cuerpo para nuestro alimento. Cantamos la oda de la civilización, con sus leyes, sus religiones, su industria. Creemos que los dioses nos hicieron como ellos pero nunca nos preguntamos si esos dioses eran buenos, o sabios. Si su conciencia y su moral era como la nuestra, o si tenían algo parecido a eso. Creemos que las leyes nos vuelven mejores, recatados y obedientes de un orden impuesto por otros humanos. Nos abandonamos al cobijo de la industria que nos alimenta, nos viste, nos cubre y nos sana. Hartos de abundancia, nos dejamos caer en las viejas y confiables manos de la ambición, el descaro, la hipocresía y el hartazgo. Todos, muchos muy juntos.

Y quiero decir esto una y otra vez hasta que juntos podamos ver lo que realmente somos y así caer en blandito, porque nadie se imagina lo que pasaría si no hubiera refrigeradores o tiendas de autoservicio. Claro que si, lo han visto siempre, lo hemos visto siempre. La sombra de un final violento siempre ha estado con nosotros, como un recordatorio de nuestros abusos, nuestra vulnerabilidad y la pequeñez de nuestras pequeñas, pero memorables, existencias. Lo sabemos, lo vemos todo el día y lo vivimos en nuestra miseria con refri e internet. Saben que es verdad, que todos, aunque sea en nuestra mas absoluta pobreza urbana o rural, hemos abusado de nuestra capacidad para engañar, atrapar y domar a otros. Muchos de ustedes, yo, compramos filetes de vaca o cerdo o pollo o pavo y pescado. Nada sabemos de las masacres y nada queremos saber, sin embargo. No podemos matar pero dejamos que la industria, manejada por otros humanos, lo haga por nosotros. Y quienes no pueden leer esto, allá en el cerro, lejos, no son menos exentos de ello al vivir de la primera industria humana: la granja. Nada nos perdona de haber creído lo que los dioses nos dijeron: "Toma la tierra, que la hice yo para ti" ¡Patrañas! Lavamos nuestras buenas conciencias en la sangre de animales, paseamos nuestros buenos cuerpos en los pastos que la tala dejo tras de si, aniquilando un bosque tras otro. No debemos creer que nuestra madre esta para darnos alimento sin fin. Es una madre y ella sabe que los hijos son prestados. Como buenos hijos, debemos hacer la reflexión sobre lo que hemos hecho con ella, con nosotros mismos sobre ella y tomar las decisiones que la dejen vivir, plena otra vez, para volver a darle hijos, nosotros, a este enorme espacio que llamamos universo y que viaja en el tiempo hacia quien sabe que destinos.

lunes, 15 de octubre de 2018

Pasa el tiempo, pasa lento.


Pasa sin saber, sin sentir, sin ser. Es el tiempo un capricho de la mente que ayuda a el alma para encontrar refugio ante la visión de su inevitable transformación en algo indefinible. Lo hacemos pasar al pensarlo, al tenerlo en nuestras manos con forma, con pulso; tic, tac. Es una obsesión y un descuido que lentamente puede abrasar el desatino que una mal interpretación, un error, hizo crecer hasta volverse verdad. Un poder tan vasto que imaginarlo consume nuestra vida, porque imaginar requiere tiempo, así que solo lo dejamos pasar. Lo hacemos de lado y dejamos que esté ahí, tranquilo, apenas moviéndose cuando le ponemos atención, pero enloqueciendo cuando le damos la espalda y lo olvidamos. Solo para calmarse cuando una vez más lo observamos para entenderlo, para tratar de sentirlo ajeno a eso que llamamos movimiento y con el que fácilmente lo confundimos. Porque moverse lleva tiempo, claro, pero no es el tiempo en si. El movimiento y el tiempo están unidos, pero no son uno solo. Son hermanos, quizás. Enemigos, tal vez. Con uno podemos medir al otro, movimiento con tiempo y tiempo con velocidad. Abrazados para siempre por los lazos de nuestra percepción.

Entonces, nuestra percepción es la que determina ambos. Tiempo y movimiento están condicionados por la interpretación de nuestra mente. La acción de moverse no refleja lo que nuestra mente comprende. El tiempo es la constante a la que se fija nuestra mente para poder tener una conexión, un punto de partida, para crear un paquete de realidad. Estos paquetes nos muestran una poderosa interfase que se superpone a la codificación de la materia que crea este universo, creando un patrón sobre el patrón, construyendo una super-realidad, la que sucede en nuestra mente. Dentro de ella, la codificación que crea este universo se vuelve a codificar en estos paquetes que interactúan constantemente, cambiando y envejeciendo, desapareciendo. Creando un universo dentro de otro. Nuestra, mente, nuestros sueños, son una realidad dentro de la que nos contiene, que a su vez está contenida dentro de otra y que compone lo que llamamos materia oscura.

https://es.wikipedia.org/wiki/Materia_oscura


jueves, 11 de octubre de 2018

Las mil razas de un país mágico.

Las mil razas de México.

Todas ellas unidas por lazos mas allá de su comprensión. Asentadas desde los casi incontables siglos sobre esta tierra alta, como una isla entre las nubes, rodeado por mares ardientes y costas exuberantes que por mas de mil y mil años fueron las barreras que resguardaron los vastos llanos de este mundo -un nuevo mundo para todos los que llegaron a él- que roza el cielo y sostiene con sus picos de fuego el universo entero. Virgen, desde que de separo de los demás continentes, América hizo su propia historia sin humanos hasta que los ancestros de los aztecas vinieron desde el norte, o por mar, durante oleadas exitosas y no, en un tiempo que para lo que nosotros conocemos es totalmente devastador.  Pongamos la llegada de Cristobal Colon al mar caribe y lo que vino después, hasta estos días, como una referencia: 500 años. Retrocedamos 1500 mas y tendremos el esplendor maya, o Roma en el inicio de su mas poderoso periodo. Vayamos 5000 años mas atrás y estaremos en el borde de lo que la humanidad es hoy: sedentaria, poderosa sin par; dueña material de la Tierra. A partir de ahí, las tribus nómadas y su eterno peregrinar por aquel mundo desaparecido, que aun es este. Durante 4 millones de años, o en términos mas comprensibles: 40 mil siglos, los humanos caminamos sobre la tierra, partiendo de algún lugar de Africa y al final, hace apenas un pestañeo (1300 siglos) es que aparecimos en América. Virgen y puro; independiente y solitario, este continente fue el último jardín solitario que el Mundo nos reservo y que descubrimos, como humanidad hace tan poco. Aquellos primeros llegados venían huyendo de un clima muy diferente. Los últimos cien mil años los hielos del polo crecieron, chupando el mar hasta hacerlo descender 100 metros. El frío inundó el ambiente y lo volvió seco, hostil por las enormes criaturas que crecieron en su, sin embargo, abundancia. Gente como nosotros, en un mundo que ya olvidamos. No hay nada que nos una a ellos mas que las cuevas llenas de pinturas, o las piedras levantadas, lisas y sin escritura; formando arcos o levantadas simplemente por desafío o gratitud, hace 50 o 60 siglos. Nada queda de como los humanos entendíamos el mundo que nos rodeaba. Esas pinturas, esas piedras, son mudas y no; son sombra y luz en un espacio vacío. Miles de nosotros hemos ido y venido, desde otras tierras, desde otros tiempos a vivir en este altiplano, creando mil y mil y mil mas combinaciones de nosotros, mexicanos, humanos viviendo en y de esta parte de lo que llamamos: el planeta tierra.

Henos aquí, entonces, asentados sobre la misma tierra, mirándola al parecer igual,  pero viviéndola de otra manera. Hoy, en la enésima generación nacida de nuestras madres y ellas a su vez de sus madres en eterno ciclo: somos hijos apretados, hambrientos y enfermos en un mundo del que comemos sus migajas. Hemos aprendido bien de los secretos que los antiguos dioses guardaron para nosotros, solo que hemos ido lejos en su uso. El humano ha sabido abusar de si mismo desde hace mucho tiempo. La humanidad es el lobo de la humanidad. Es parte de nosotros y todo lo que hemos hecho tiene la marca de aquello que algunos llamamos "sacar ventaja". Una ciudad, un cultivo, un rebaño amansado. De todo lo que nos rodea hemos hecho nuestro antojo y mas allá: lo hemos vendido por algo que hace tiempo conocíamos pero que desatamos sin freno porque nos gobierna. Emana de nosotros para protegernos, para hacernos obedecer y le llamamos: poder. Este ente, esta unidad de espíritu que nos hace obedecer a unos y hasta matar a otros por ellos, ha sido una constante que incluso podría decirse que nos usa, en lugar de nosotros a ella.
Emanado de nosotros, siendo nuestra mente su medio de vida, no habría porque ser diferente de nosotros y situarse en la cima de la "cadena alimenticia" de su biota, su entorno que lo alimenta y contiene, que somos nosotros, nuestros pensamientos, nuestra mente, nuestra comunicación. El poder es intangible, no se toca o se almacena, vive dentro de las cosas que nos hacen sentirlo -como el oro, los billetes- y come almas humanas que doblega bajo la voz del elegido, por herencia o por mérito propio, que emana de su cuerpo, de sus gestos y voces, de su ropaje y sobre todo: de la obediencia de todos lo que le rodean, para volverlo un ídolo vivo; un alma que todos creemos superior y que a cambio de su existencia debemos respeto y orden, su orden, para gloria de todos nosotros. Y aunque se han hecho muchos intentos -como la democracia y sus derivados- por evitar que el poder se personalice, es decir: se acumule todo en una sola persona; nunca ninguno ha perdurado ante el poder -y perdón por decirlo así- del poder.

Los humanos pasamos de largo ante su inmortal existencia. Ligado tanto a nosotros, como nosotros a él. El poder ha sabido llevarnos de la mano para conquistar nuevos mundos, los que llenamos con nosotros y nuestro absoluto encanto y manejo del poder. Sin esta capacidad para ordenarnos, para obedecer, los humanos jamas habríamos construido lo que hoy tenemos, en ruinas claro, pero que es gloria de una gran obra que se construye con generaciones de humanos apiladas en los muros del tiempo, por los siglos de los siglos. El poder, lo que nos une, pero nos divide en clases, en ghettos, en chabolas, favelas, ciudades perdidas o en cualquiera de los incontables rostros en los que toma forma el hacinamiento, la clasificación; el prejuicio y la "endogamia social", por mencionar algunas. Este poder ha sabido transformarse a si mismo, mutando en cada generación y haciéndose cada día mas listo, mas poderoso allende sus fronteras intelectuales al saber el humano utilizar el fuego, el metal, la ciencia. Enfundados en pieles nuevas, hechas de animales que cazamos y después de metales que fundimos, caminamos y aprendimos a rodar, a navegar, a volar sobre este planeta, dandole miles de vueltas por millones de nosotros en estos días. Con el fuego a nuestras manos impulsando poderosísimas máquinas que parten las montañas y el cielo, para tocar la Luna. Tanto mas conocimiento acumulamos, mas lejos nuestra mente llega. Tanto mas lejos esta nuestra mente, mas grande es el territorio para que el poder y su ambición se expandan y sueñen con hacer realidad sus fantasías. Cuanto mas lejos lleguemos, mas lejos querremos ir. El viaje no es ya el espacio entre los dos puntos, sino que es el punto en si. Nuestro poder, el Poder, ha hecho de nosotros una especie abrumada por su abundancia, por su poder (sic) desbordado que hoy corrompe el todo, la realidad, el tiempo y el espacio aparente que nos vuelve tangibles. Aparentemente.

Un día en México, unos investigadores se acercaron a una pareja, parecía gente normal. Ellos les preguntaron sobre algunas chicas desaparecidas con las que se sabia habían tenido contacto. No se sabe muy bien que respondió la pareja, pero los oficiales decidieron preguntar por el "bebe" que ellos traían en una carriola. Lo demás: una historia negra. El infierno en la tierra, en una casita que parecía muy normal, pero que dentro de ella la muerte y la depravación hicieron su nido, su negocio y su mundo, su pequeño mundo en medio del lago de personas que vive en esta cuenca, en esta ciudad entre las nubes que creció sobre un lago, a su costa y abundancia; lago que se resiste a desaparecer y vive en el agua que compone a los millones de personas que estamos aquí. Un lago vivo, como todo lago, pero cuyas playas son las pieles de todos nosotros, cubiertas con tela o cuero. Un lago que se mueve de otra forma, no impulsadas sus corrientes por las fuerzas del aire, de la tierra, sino por el deseo y el poder de las conciencias humanas, actuando como uno solo, para llamarse chilangos, citadinos, personas. Donde los depredadores mas salvajes conviven junto a las mas suculentas viandas que la modernidad de un país puede crear. Habitantes de una ciudad como cualquier otra, solo que tan grande y unida que no se puede entender como una sola y aquí seré aun más rebelde y dire que podría definirse como "La Gran Ciudades" un neologismo que intenta hacer llegar una sensación que rompa con un concepto muy arraigado: La unidad, lo unificado y funcionando a un solo tiempo; el individualismo y el yo. Todo esto viviendo en nuestros corazones y mentes en una época completamente dedicada por y para el individuo.
Un perfecto sistema industrial que pone su mas alto valor en la venta por unidad es el que nos une, pero nos separa de todos para enfocarnos en el, con su poder, para alimentarlo y alimentarnos en un ciclo del que nadie quiere salir, porque es bello y cómodo y uno puede vivir muchos años dentro de él siendo prácticamente un parasito, porque aun así: le servimos, las alimentamos. "La gran ciudades" -LGC- absorben y aprovechan todo, incluso las almas, para ser los mas poderosos entes que hay en el planeta. Una simbiosis del humano -mascotas y granjas incluidas- con artefactos de todos tamaños que nos sirven para todo, en todas las maneras posibles; y contando cada día más, mejores. Un poderoso ente hecho de acero y asfalto, alimentado con gasolina y diesel fluyendo sobre caucho y acero; manejado por nosotros en todos sus niveles, como una perfecta y gigantesca máquina cuyo objetivo es que los humanos vivamos cómodos y sanos, hasta donde eso sea posible, dentro de ella; mientras devora el entorno terrestre usando, claro, mas humanos en el proceso. Una entidad emanada pero ajena al planeta, como las células del tumor que se rebelan y deciden hacer algo aparte, a veces tranquilos, creciendo sin molestar, a veces convertidos en una infestación que hace algo que cambia completamente todo su universo -un cuerpo- haciendo que la rebeldía consuma todo a su paso, hasta que el cuerpo y el ama vuelven a la materia principal de lo que están hechos: materia y energía.

¿Qué somos?
Es la idea de que estas super-entidades sociales son reales y que podemos cambiarlas, una esperanza ante el fascismo nuevo de un narco estado y el fascismo viejo de siempre pelean para ser uno u otro el que por fin logre unir al mundo bajo su yugo, cualquiera que sea este. Una resistencia ante el asalto de lo que la termodinámica llama entropía: el desorden y la des-estructuración, la caída en la oscuridad que nos lleva a la degradación natural por luchar contra el tiempo, con recuerdos.  A pesar de ser aplastados por miles a cada día mientras los que nacen están condenados a lo mismo, sin esperanza, sin conocer la esperanza. Mientras unos pocos, realmente pocos, se aferran a su poder, o el poder a ellos en sus torres en el desierto, lejos de todo sufrimiento, hambre y dolor. Somos muertos vivientes que se apilan en los infinitos recovecos que toda LGC ofrece: interminables filas de muros, tras muros y muros y mas muros. Algunos hacia los lados, otros hacia arriba o hacia abajo, en forma de rascacielos. Aplastados por un clima que endurece cada día y nos abrasa con fuego, nos arrastra con agua y nos azota con viento,  con frío. Somos esclavos de nuestras ideas, de nuestras costumbres; anclados a los hechos que los abuelos glorificaron, mientras los nietos nos ahogamos en la abundancia. Enclaustrados en ideas que en su momento fueron definitivas y suponían ser lo mejor de un mundo que ya no existe. Fantasmas de carne y hueso cuya mente vive lejos, en el pasado, en el futuro, bajo la palabra de dioses antiguos que no imaginaron lo poderosos que seriamos.
Valientes humanos que jamas han doblegado su espíritu.
Una esperanza para toda la vida que existe o ha existido aquí y que se expresa en nuestra forma, con nuestra voz y nuestros símbolos. Una especie con un propósito que, aunque siempre difícil de ver, asoma de vez en cuando su cabeza de entre las sombras para mostrarnos el nuevo camino. Somos la esperanza y hagamos, como los abuelos, una revolución mas; quizás la última, que nos lleve a cambiar nuestras emociones. Un último alzamiento para eliminar de nuestras vidas esta idea del poder como lo conocemos, como nos usa y lo usamos. Usémoslo para guiar nuestras poderosas herramientas y llevar lo que somos, la vida, hasta el mas oscuro rincón que conozcamos. Construyendo jardines en los desiertos de esos otros planetas y lunas olvidadas que sucumben ante la soledad, el frío y el olvido. Si tenemos tanto poder, debemos usarlo para llevar la obra, los hechos que nos trajeron a que tu me leas y sepas que eres lo mejor que ha hecho este mundo, solito y lejos de todos, mas allá de aquí y tan lejos como puedas, esto: una expresión de lo que esto que somos y que compartimos con las moscas, con las ballenas, con las flores, la vida. Quizá esto sea para lo que estamos hechos y hemos tardado tanto tiempo descubriéndolo porque nos estábamos preparando, incubábamos, crecíamos para afrontar el reto de cambiar de cuerpo, de planeta, y hacer crecer ahí todo esto que debemos dejar atrás. Que sirva esta última revolución, la de las emociones, para compartir lo que este planeta ha hecho con poca ayuda y gran sacrificio, para dejar lejos esta tierra y plantar semillas en tierras nuevas que nos necesitan y que nos habrán de recompensar por todos los sacrificios que hacemos y que habremos de hacer para llegar a ellos y enseñarles lo que es una flor.

O caer en el olvido, la guerra, la muerte. Y aquellos que nos obligaron a matarnos entre nosotros se asentaran, felices, sobre una pila de huesos.



http://www.milenio.com/cultura/humanos-america-115-mil-anos-creia

http://www.milenio.com/politica/comunidad/tres-leones-viven-en-azotea-en-la-calzada-de-tlalpan

https://www.elcato.org/bibliotecadelalibertad/sobre-el-poder-html

https://www.excelsior.com.mx/comunidad/las-mate-por-bonitas-dijo-el-monstruo-de-ecatepec/1270387

https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionario/def/metastasis

https://es.wikipedia.org/wiki/Entrop%C3%ADa