sábado, 4 de abril de 2015
Romper la regla.
En las disparatadas memorias que habitan la mente de los humanos hoy vivos, la sensación de un vacío crece. Lo que antes era sinónimo, hoy se vuelve onomatopeya. El silencio crece para dejarnos escuchar su fino y sutil zumbido: ese ruido de fondo que viene desde las estrellas; hablándonos de lugares mágicos, perdidos en la noche eterna del espacio oscuro y frío, brevemente iluminado por la fugaz chispa de un sol que con su calor da la vida. Esta misma vida que escribe y pinta; sueña con el futuro para no ver su presente.
Entre las enormes soledades de los laberintos de la memoria, crece un chico. Apenas es una breve llama; un breve destello que parece inofensivo, pero cuya naturaleza lo vuelve potencialmente mortal para su entorno. Su alma vacía no devora para florecer. Su cuerpo hecho de nada crece para ocupar sitio, para prosperar como individuo a costa de lo demás, que poco a poco cede ante la irresistible fuerza que lo consume. Como el fuego en la biblioteca, el chico ya camina; y trae un arma con la cual arrasa los saberes acumulados por mil generaciones. Su rostro cambia, se retuercen sus ojos y sus bocas sobre el cuerpo hecho de los recuerdos de miles de millones de humanos ahora muertos. El pasado no es mas que leña vil entre las llamas del cuerpo de un chico que se volvió monstruo: el Terror. Quien deja a su paso el vacío que la inundación trae tras de si. Esa innegable falta de "algo" que nos marca para siempre, dejándonos con el suspiro entrecortado y la garganta seca, enmedio del fango resecado al sol ardiente de las primaveras; antes buenas y abundantes, hoy hechas de aire hirviente, humo y fuego.
El conocer no es saber. El saber no sirve de nada. Los laberintos de la memoria se destruyen y sus ruinas serán para siempre invisibles. Vacíos espacios ante los ojos y narices de quienes no los podrán -ni tan solo- intuirlos. Un maravilloso mundo tras otro, aplastados sin gloria y sin futuro por el descuidado paso de un ciego. Nublada nuestra mente, como el humo y el hollín lo hacen con nuestra visión, no podemos ver en los recuerdos; lugares donde habita el alma y de quien nacen la esperanza y los sueños.
http://www.sinembargo.mx/23-03-2014/938646