jueves, 14 de marzo de 2013
El anhelo.
Cuando fuimos -la humanidad- en busca de lo desconocido, emprendimos el largo viaje que nos alejo de todo aquello que nos era familiar. Olvidamos los viejos trucos y aprendimos tantos nuevos que hoy lo desconocido no es un temor para nuestros sueños, como lo fue para los que hoy reposan en los eones de las eras pasadas. Vimos a Dios a los ojos y dejamos de lado a los intermediarios. Pisamos la Luna y hemos puesto cámaras fotográficas en el borde mismo de la capsula de calor y radiación que forma nuestro sol contra la negrura y vacío del Espacio profundo: el vasto y frío océano inerte que nos separa de la estrella más próxima. Elevamos nuestra conciencia a la n potencia y hoy dominamos el mundo como el tierno infante domina la pelota: babeandola y mordiéndola; aventandola contra el muro mientras su deslumbrante brillo lo enceguece.
Hoy: simples mortales con el Poder y el Saber del Universo en sus manos pequeñas y frágiles. Añoramos ese pasado donde el calor de un bosque en una noche oscura, o el suave aliento de la brisa en el desierto, eran las manifestaciones que nos daban la vida; insulfada por lo Divino en nuestros cuerpos: maravillas de la Vida sobre esta esfera de lava, con costra de piedra, que es nuestro amado planeta al que llamamos Tierra.