Los guardianes de la salud.
¿Hubo un pacto, una especie de acuerdo? ¿Unos aceptaron el reto y la responsabilidad y los demás simplemente los dejamos hacerlo? ¿Que cambiamos como naciones, como culturas? ¿Tuvieron opción los que vivieron cuando eso pasó? Quizá fue una generación de humanos, quizá fueron más; quizá no lo vieron así. Quizá solo fue el simple devenir del tiempo que dicta quien llega primero y quien después.
Pero esos guardianes fallan hoy día. El dinero que obtuvieron por la investigación y venta de la salud no es hoy suficiente para combatir nada. Poco a poco perdemos. Perdemos y no pararemos hasta que lo hayamos perdido todo. Porque solo así entendemos. Tenemos que ver los muertos, los destrozos, para añorar la forma creada y no la que simplemente se amontona. Hemos de extrañar el bello y suave brillo de lo nuevo, de lo recién creado, para acostumbrarnos a la belleza del desierto, de la tormenta; de la helada que con su manto blanco todo lo embellece, quitándole su color: pálido todo como la muerte.
Ya nadie parece recordar que éramos. Que es aquello que nos hace lo que somos. Somos menos que el fantasma al que perseguimos en sueños. Creemos estar bien y vivimos rodeados de nuestra basura y podredumbre. Hacinados en un mundo agotado, negando su dolor y miseria. Somos felices parados entre los huesos de los muertos que a diario vemos.
Somos humanos.