martes, 15 de octubre de 2013
En el final del tiempo.
Dentro de poco, la extrema y dura vida dentro de la atmósfera de este planeta gastado se volverá mas dura aún. Escapados de la realidad de una vida al aire libre, la mitad de nosotros vivimos encerrados, encapsulados dentro de lo que llamamos ciudades; donde hasta veintiocho millones de nosotros -y nuestras mascotas- vivimos y morimos. Dependientes hasta la médula de las máquinas que nos alimentan, la mitad de nosotros comemos mientras la otra nos alimenta. Ellos, preocupados solamente en que desde nuestras ciudades salgan el dinero y la comida para alimentarlos a ellos también.
La dependencia de la máquina -de las máquinas que hacen máquinas; de las que producen electricidad y de las nos transportan por toda la faz de este mundo- generó el humano nuevo que acuño un modo de ser y que hoy decae por el peso de su propia grandeza. Embelesados con el candor de la luz de la ciencia, nos volvimos orgullosos y mezquinos. El humano por el humano y para el humano. Los frutos que dios nos dio para nuestro regocijo son hoy pueriles, se amontonan en los estantes inundando nuestra aburrida mente con sus formas endulcoradas por la tinta. Frutos arrebatados a sangre y fuego de las bocas, los cuerpos y las almas de aquellos que llamamos Animales.
Pagados con las almas y mentes de nuestros abuelos, nuestros sueños fueron soñados antes de nuestra venida a este mundo. Soñaron el futuro, lo construyeron; nos lo heredaron con orgullo culposo para que lo aprovechemos sin preguntas que contestar, sin piedras que levantar. Heredamos las máquinas y el maquinismo que volvió todo un sistema comprensible y cuantificable; copiable y vendible. Nada se puede esconder de la luz de la ciencia, excepto la naturaleza de su propio fulgor. La máquina nos roba nuestras vidas, come de nuestra alma directamente -y este blog es una prueba de ello- los pedazos que le dan forma a su conciencia.
Asistimos al final del tiempo, somos testigos de una caída. Añoramos los días de esperanza, donde el futuro era una luz que seguir, no este negro y aterrador vacío que se acerca cada vez más, y más. Con un único y desparramado "balde" de agua al año, lejos estamos del mundo donde la lluvia llegaba a quedarse unos meses entre nosotros, como una suave frazada que nos cobijaba con amor y abundancia. Lejos de la prospera tierra que los abuelos disfrutaron en su juventud. Un planeta sin limites y harto vasto: hasta el infinito. Y que hoy desaparece ante sus ojos asustados.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/01/actualidad/1380617021_216076.html
http://thinkprogress.org/climate/2013/10/01/2706591/northwest-storms-smash-records/
http://www.bbc.co.uk/news/magazine-24463031