martes, 23 de abril de 2013


Las olas.

Vienen desde el mar, empujadas por el viento del este. Su esencia se deslava mientras la quema el sol. Derramándola hacia arriba: al cielo. Sube por las montañas, la esencia, deslizándose poco a poco por sobre llanuras y colinas, sobre montes, montañas y cordilleras, para alcanzar la gran planicie en donde hay un gran lago de asfalto y cemento -cuenta la leyenda que antes fue de agua- y cuya orilla sur se desvanece en una inmensa hondonada donde los reinos de antaño florecieron ajenos al frío del altiplano. Esperan simplemente que las olas llenen la gran cuenca llamada "balsas" para que el sol del verano la caliente con su brillante toque; y la haga hervir en nubes, precipitando estruendosamente el agua sobre nosotros a cada tarde caliente y húmeda de este verano monzónico que nos visita, puntual, cuando cada año el sol camina de nuevo hacia el norte, tal y como lo ha hecho desde el principio del tiempo.


http://www.ssd.noaa.gov/VAAC/DATA/rtgifs/popo/popo_vis_loop_long.html