jueves, 17 de enero de 2013
Los bellos tiempos del ayer.
Volver al mundo natural, entregarnos poco a poco como seres humanos, al Planeta. Dejar de lado lo aprendido: la ciencia, la tecnología; la libertad de hacer e ir donde sea y como sea. Destruir los muros que durante doscientos años hemos construido para dejar los lobos afuera y lejos. Abrir la puerta de nuestro cuerpo a esa selva invisible que es el mundo de los microbios. Consentir que el mosco y el escorpión habiten nuestros hogares. Sucumbir ante la infección de una fractura expuesta. Morir a los 50, como máximo.
La vida moderna que tanto daño hace al planeta nos ha hecho la vida mejor a siete mil millones de seres humanos que hoy poblamos el Mundo. Combustibles que mueven maquinas que mueven autos, camiones; trenes barcos y aviones. Medicinas que como tsunami barren la flora microscópica de nuestro cuerpo y lo limpian de todo mal. Cohetes que lanzan al espacio los satélites llenos de cámaras y antenas que nos permiten oír y hacernos oír a lo ancho de todo el globo terráqueo. Glorias que el humano creo para su confort, salud y poder.
A veces, no muy a menudo, el pasado y el presente convergen para convertirse en humo y hollín; sangre y fuego sobre la montaña.
http://www.jornada.unam.mx/2013/01/16/cultura/a03n1cul